Inicio / Medio ambiente y desarrollo / I+D+i, las herramientas de la transición energética

El aceite de roca también conocido como oro negro, crudo o petróleo es la fuente de energía más consumida en la actualidad seguida por el carbón y el gas natural. En civilizaciones antiguas se utilizó para la construcción de edificios o vías, iluminación, preparación de medicamentos y hasta para la momificación. En los inicios de la industria petrolera el crudo se refinaba para producir queroseno como fuente de iluminación, pero años más tarde la gasolina ganó preponderancia a raíz de la creación de los motores de combustión interna y el auge de las industrias automotriz y aeronáutica durante las guerras mundiales.

En la actualidad, la economía de muchos países tiene alta dependencia de la extracción y venta de petróleo. En el mundo cada día se utilizan alrededor de 100 millones de barriles de petróleo crudo, lo que corresponde a casi 16.000 millones de litros. Este crudo es la materia prima para todo tipo de combustibles, productos petroquímicos como el plástico, fertilizantes, productos farmacéuticos, detergentes o pinturas, por mencionar algunos.  

Sin embargo, bastaron cerca de 150 años para reconocer que el uso intensivo de los derivados del petróleo y otras fuentes fósiles de energía han tenido un impacto ambiental negativo como consecuencia de la emisión de gases de efecto invernadero desde el momento de su extracción hasta su consumo. De esta manera en 2015 se firmó el Acuerdo de París, un tratado internacional que busca combatir el cambio climático y limitar el aumento del calentamiento global para mantenerlo entre 1,5°C hasta máximo 2°C por encima de los niveles que se reportaban a mediados del siglo XX. 

La principal herramienta con la que cuentan los países para lograr este resultado es la transición energética, que según la Agencia Internacional de Energías Renovables (IRENA), consiste en un cambio gradual y constante del uso de la energía a nivel mundial, pasando de las fuentes fósiles a un sistema que genere cero emisiones de carbono en el 2050.

 

 

Pero ¿cómo hacer esto? ¡Innovando!  

 

Y es que es tan importante la innovación para la transición energética que el objetivo 7 de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) que busca garantizar el acceso a una energía asequible, segura, sostenible y moderna, tiene como una de sus metas para 2030, aumentar la cooperación internacional para facilitar el acceso a la investigación y las tecnologías relativas a la energía limpia. 

Dada la relevancia del tema, muchos investigadores de la Universidad EAFIT vienen trabajando desde la investigación fundamental y aplicada en el desarrollo de tecnologías para fuentes de energía como la eólica, la solar, la fotovoltaica, la geotérmica, la bioenergía o el hidrógeno. 

Interesados en el hidrógeno, cuya característica es que tiene un potencial muy alto de generación de energía y que en su proceso de combustión no genera gases de efecto invernadero, el profesor Edgar Alexander Ossa Henao del área de Industria, Materiales y Energía de EAFIT y su equipo de trabajo analizaron cómo funciona la energía en los seres vivos, generada a partir de la mitocondria, por lo que se le conoce como “la central eléctrica de la célula”.  

A partir de este estudio desarrollaron unos electrodos que son un par de piezas metálicas claves en la fabricación de los equipos electrolizadores para producir el hidrógeno. En este momento están en el proceso de fabricar un prototipo completo del electrolizador utilizando electrodos con materiales más económicos y abundantes que el platino, el cual es inclusive más costoso que el oro. Con esto esperan medir las eficiencias reales de generación de hidrógeno y saber el costo de 1 kg usando este sistema, pues conocen que más o menos el 40% del valor total está asociado con el uso de los electrolizadores. A hoy 1 kg de hidrógeno está entre 10 y 14 dólares, pero la meta para 2030 es que cueste 1 dólar. 

 

 

El profesor ha buscado el acompañamiento de la Oficina de Transferencia para continuar madurando este desarrollo a nivel técnico y financiero, vinculando al sector público y privado, dado que este son el tipo de innovaciones que tienen el potencial de generar un cambio profundo en busca del bienestar común. 

Aun así, Alexander es consciente de que no hay un sustituto único para las energías fósiles porque todas las energías alternativas tienen sus pro y contra, por lo cual, la suma de todas ellas tiene que llevarnos a un consumo mínimo de no renovables. Para él, la transición energética representa una visión ambiciosa y compleja de lograr en países como el nuestro, en donde productos como el carbón o el petróleo no se van a eliminar del todo puesto que nuestra sociedad está consumiendo cada vez más energía y considera en ese sentido que otro de los grandes retos es llegar a hacer un uso más racional de esta.

En EAFIT esta apuesta es muy importante, lo que se ha reflejado no solo en la adecuación de su campus para que cada vez se haga un uso más consciente de la energía y que esta provenga de fuentes renovables, sino también, desarrollando nuevas soluciones entre las que se destacan el Ladrillo Solar que aprovecha las superficies verticales para la generación de energía en los edificios y Serena, una embarcación que utiliza energía solar, entre otras. 

En conclusión, la transición energética deja en evidencia que como especie estamos en evolución constante y que innovaciones como el uso del petróleo que nos dio el impulso para tener la sociedad moderna e interconectada que conocemos hoy en día, ha creado nuevos desafíos que nos implican seguir generando soluciones cada vez más amigables con el medio ambiente, efectivas y de fácil acceso, retos que solo pueden ser abordados con nuestras mejores herramientas: la investigación, el desarrollo y la innovación.